Charles Arrowby es un director de teatro retirado que se instala en una casa junto al mar a escribir sus memorias. El principio del libro es muy hermoso: leemos placenteramente lo que escribe este personaje con ese agradable mar de fondo. Es curioso cómo no pasa nada en esta parte de la obra, y sin embargo funciona y cautiva de manera extraña. Después, lo que parecía que iba a ser una novela al estilo El viejo y el mar, cambia radicalmente para convertirse en una especie de vodevil, en el que la casa es como un teatro donde entran y salen multitud de personajes: los amigos de la profesión, el primo, las amantes, los maridos de las amantes, un hijo adoptado y, sobre todo, un viejo amor con el que se encuentra en el pueblo cercano.
Todo esto es usado para explicar las obsesiones y delirios de este hombre y abordar cuestiones filosóficas y metafísicas.
¿Que no es fácil de leer? Ya les digo yo que no. La autora se lo toma con calma, y durante más de 700 páginas asistimos en palco preferente a los pensamientos del protagonista, que da vueltas y vueltas a su forma de ver la vida en un bucle sin fin, en un intento de percibir la realidad, que siempre se le escapa, a la que apenas llega a tocar sus flecos.
La creación del personaje de Charles es extraordinaria. Nos lo presenta como una persona compleja, egocéntrica, misógina y de dudosa moral, que crece y se transforma ante nuestros ojos, a veces maquiavélico, a veces vulnerable. El detonante de todo ello es el reencuentro con su antiguo amor, Hartley. Ante ese hecho, Murdoch describe brillantemente los autoengaños y riesgos que queremos asumir en nuestras vidas y la, en este caso, precaria distinción entre imaginación y realidad. De verdad que no queremos perder de vista a este narrador no fiable, a este Charles y a sus amigos que han sido considerados uno de los mejores estudios de personajes de la literatura británica de la segunda mitad del siglo XX.
Se puede hablar del recurso del mar como antagonista que le persigue, que le provoca, que se parece tanto a la vida: insensible, cambiante, cruel.
Una voz, la de Murdoch, única y diferente
A mí me ha valido el esfuerzo, no sé si ustedes -si es que lo han leído- pensarán lo mismo.
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