Hoy he terminado de leer La escritura o la vida, segundo libro de Semprún que he abordado (el
primero ha sido El largo viaje).
He guardado varias páginas con anotaciones y subrayados (¡ay, la perfección del Kindle!) que quisiera compartir con ustedes.
Ya saben que a mí
me obsesiona por motivos familiares el nazismo, en particular el concepto del Mal que habita en el ser humano, y el cómo fueron capaces de sobrevivir a ello los "aparecidos". Porque en palabras de Semprún (NOTA: De ahora en adelante, la negrita es mía):
"-El Mal no es lo inhumano, por supuesto... O entonces es lo inhumano en el hombre... La inhumanidad del hombre en tanto que posibilidad vital, proyecto personal... En tanto que libertad... [...] Pues la muerte no es algo que hayamos rozado, con lo que nos hayamos codeado [...]. La hemos vivido... No somos supervivientes, sino aparecidos..."
El apátrida que había sido mi tío, y con él todos los republicanos españoles en los campos, se ve reflejado en estas palabras del libro. Porque, claro, cuando liberaron los campos repatriaron a los supervivientes, pero ¿adónde repatriar a los españoles?:
"[...] dos palabras: regreso, repatriación. La segunda, por supuesto, carecía de sentido para mí. En primer lugar, regresando a Francia, no había regresado a mi patria. [...] Ya no había patria para mí. Jamás la habría. O entonces habría varias, lo que a fin de cuentas vendría a ser lo mismo. ¿Se puede dar la vida, piénsenlo, por varias patrias a la vez? [...] No hay que bromear con estas cosas: nada de pluralismos en cuanto a la patria, que es una, indivisible, única.
Por mi parte, jamás se me habría ocurrido morir por la patria. Cuando había contemplado la posibilidad de arriesgar mi vida, el envite jamás había sido la patria.
Nada de repatriación, pues.
En cuanto al "regreso": [...] una parte de mí, esencial, no regresaría jamás [...]."
Una vez sacudido el concepto de patria, arremete con el de lengua:
"Tanto como el español, en efecto, el francés era mi lengua materna. Se había vuelto mi lengua materna, por lo menos. No había escogido mi lugar de nacimiento, el terruño de mi lengua originaria. Esta cosa -idea, realidad- por la que tanto se ha combatido, por la que tanta sangre se habrá derramado, los orígenes, es la que menos le pertenece a uno, es donde la parte de uno mismo es más aleatoria,[...]"
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Día de la liberación de Mauthausen. Fíjense en la pancarta, en "puritito" español. (Por cierto, la imagen está libre de derechos, "etiquetada para reutilización" en Google). |
Otra constante en la vida de mi tío y de Semprún es su negativa a volver a visitar el campo. Mi tío jamás consintió, y ya he dicho en más de una ocasión que periodistas y escritores (franceses) le propusieron escribir sus memorias; pero Semprún sí lo hizo al final, como única manera, dice él, de teminar su libro, que ya llevaba tanto tiempo pospuesto.
Buscando siempre claves de la supervivencia, encuentro este otro pasaje que me recuerda palabras sueltas de mi tío:
"En lo que a supervivencia se refiere, dijo Primo Levi en una entrevista con Philip Roth, [...] no hay una regla general, excepto la de llegar al campo en buen estado de salud y saber alemán."
Es curioso cómo mi tío, que después de haber vivido prácticamente toda su vida en París hablaba un francés infernal, aprendió rápidamente a hablar alemán en el campo. Él también decía que le iba la vida en ello.
Una última cosa ilustrativa del peculiar humor alemán. Ya saben que la mayoría de los campos tenían en su puerta la leyenda "El trabajo os hará libres". En Buchenvald, la inscripción era: "A cada uno lo suyo".
Esas constantes que encuentro en todos los relatos sobre el nazismo y el holocausto, es lo que me hace seguir buscando otras posibles explicaciones a ideas como las ya expuestas arriba: El Mal, la supervivencia, la Patria, la Lengua,... en definitiva, la esencia del ser humano.
Les aclaro que no siempre estoy leyendo sobre lo mismo, procuro alternar con otras cosas, pero debo confesarles que en este momento estoy inmersa en El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl, y tengo en espera La trilogía de la noche de Elie Wiesel, ya que un título alude a otro y a otro... y se me olvidaba decirles que Semprún añade a las características necesarias para sobrevivir la de la curiosidad...
Gracias por leer hasta aquí.