lunes, 5 de junio de 2017

Dos mujeres que nunca obtendrán el Nobel

Por diferentes casualidades estoy leyendo al alimón a dos mujeres que nunca obtendrán el Nobel. Y no porque no se lo merezcan, sino porque el cupo de mujeres literatas con este premio es tan escaso que ya no les toca antes de morir. "La culpa" la tiene Munro, Alice, que lo ganó en 2013, siendo la decimotercera mujer que lo obtiene, ¿quieren más coincidencias con el número 13?
Bromas aparte, esto quiere decir que estadísticamente es imposible que se lo concedan a las dos mujeres de las que les voy a hablar, Atwood y Oates.
Margaret Atwodd, 77 años.


Joyce Carol Oates, 78 años.







        




Munro es buenísima, dicen que la Chejov moderna, aunque a mí no me convenció en primera aproximación, ya saben que los cuentos no son lo mío, pero insistiré porque parece que la ocasión lo merece. Es buenísima, decía, pero esto supone la condenación eterna para Atwood y Oates que no lo van a recibir, pese a ser extraordinarias las dos.
Les hablo primero de Oates, que me dejó tocada con su Hermana mía, mi amor

Hermana mía, mi amor. Alfaguara. Madrid. 2012.
Hacía tiempo que no leía una historia tan fuerte, tan sórdida, tan bien escrita. A pesar de tener muchíiiisimas páginas, no lo podía dejar. Me fascinaban esas notas a pie de página que podían ser otra novela paralela, esos cambios de narrador o el distanciamiento entre ellos, esa manera demoledora, hosca, seca, de decir las cosas.
Oates es profunda, no se amilana a la hora de diseccionar personajes, nos muestra todo, y ese todo es la mayoría de las veces estremecedor. Nos adivinamos en partes o piezas de esos personajes, y eso nos aterra, y por eso queremos seguir leyendo, porque mientras les suceda a otros, nunca parecerá que pueda sucederme a mí.
Oates... que se mete con todo y disfruta con las posturas extremas.
En Hermana mía, mi amor...
La religión: "Qué es la oración excepto ilusos que con toda seriedad hablan consigo mismos y esperan una respuesta."
El amor de padre:"¡Pobre chico! Era fácil olvidarlo. Papá quería a aquel alfeñique, pero siendo como era una persona pragmática, nunca sería demasiado grande su sorpresa ante cualquier cosa que le sucediera: pierna lisiada, cáncer infantil, fibrosis cística (¿o era quística?), ahogarse en el extremo donde no cubre de una piscina mientras otros chicos se tiran desde el trampolín, chapotean, alborotan: infinitas posibilidades." 
De ella acabo de leer Infiel, historias de transgresión, y, a pesar de que son cuentos, me han enganchado igualmente.
Infiel. Historias de transgresión. Alfaguara. Madrid. 2010.
En Infiel... 
Ya declaración de intenciones en la Introducción: "Cuando no se ama demasiado, no se ama lo suficiente." Pascal
Suicidio:"Su deseo de morir estaba tan omnipresente como la señal telefónica: levantas el auricular y siempre está ahí."
Personalidad esquizofrénica: "Tusk no es ni un gótico ni un freaky, es la incognita de la ecuación."
Instinto paternal: "R. admitió de manera enigmática que no, que su esposa y él no tenían hijos. "Eso es algo que no he cometido."

Hermana mía, mi amor, ha sido mi bautismo Oates, y no sé si algo más suyo me parecerá mejor. Dicen que La hija del sepulturero es excelsa, la leeré pronto, así como Blonde, historia de Marilyn que tiene muy buenas críticas. 
***
De Atwood les puedo decir menos. Solo que El cuento de la criada me está dejando con la boca abierta. Me gusta esa manera de escribir sin usar más palabras que las necesarias, y más cuando estas son oro puro. Por no hablar del tema que toca el libro, muy de moda ahora con la polémica en nuestro país sobre las madres de alquiler.

Fijaos en la descripción que hace Atwood de "es que yo no soy político". La criada explica porqué no se alarmaron: "Nada cambia instantáneamente: en una bañera en la que el agua se calienta poco a poco, uno podría morir hervido antes de darse cuenta.[...] 
Qué horrible, decíamos, y lo era, pero era horrible sin ser verosímil. Eran demasiado melodramáticas (las noticias), tenían una dimensión que no era la dimensión de nuestras vidas. Éramos las personas que no salían en los periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número. Esto nos daba más libertad. Vivíamos entre las líneas de las noticias."
Y expresa así el vértigo de la rebeldía: "Ahora Moira tenía poder, la habían puesto en libertad, se había puesto a sí misma en libertad. Ahora era una mujer libre. Creo que nos pareció espantoso. Moira era como un ascensor con los costados abiertos . Nos producía vértigo. Ya estábamos perdiendo el gusto por la libertad, ya nos parecía que estas paredes eran seguras. En las capas más altas de la atmósfera podrías desintegrarte, vaporizarte, no habría presión para mantenerte unida."
Estoy leyendo la novela al mismo tiempo que se emite la serie, algo que nunca había hecho. Como he leído en internet, Atwood hace literatura, esa cosa densa, y la serie nunca podrá suplantar la poesía de la novela, la disección extraordinaria del personaje principal... Pero... ¡tampoco tiene a Elisabeth Moss, la actriz protagonista, esa mujer que dice tanto con sus ojos! No se la pierdan, actualmente acaba de salir el séxto de los diez capítulos.
Les dejo el tráiler. No me digan que no les corroe la curiosidad...

Seguiré leyendo cosas de las dos, porque son muy buenas, porque parece que nacieron muy pronto y eso les cierra las puertas de la más famosa gloria literaria, porque soy mujer y admiro la literatura femenina, porque sé que no es fácil para las mujeres destacar en un mundo de hombres... por eso...

Y quizás, porque leer libros sin fin no sea otra cosa que seguir buscándose a sí mismo en cada uno de ellos...