Como les prometí, voy a ir hablándoles de algunos de los libros que he leído este año. Hoy le toca el turno a De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami.
Este es un autor controvertido para mí, nunca me termina de convencer del todo su literatura. Tiene algunos hallazgos interesantes en su escritura, junto a párrafos facilones o totalmente prescindibles.
La atmósfera de sus libros siempre me es ajena, triste, despersonalizada. No sé si es porque se trata de una cultura tan diferente a la mía, pero en todo caso no me transmite que los problemas de los seres humanos sean universales.
Llevo leídas varias obras suyas, dado que muchas personas de mi entorno me lo han recomendado. No recuerdo ninguna que haya dejado huella en mí. Tengo una maraña de personajes y situaciones extrapolables a cualquiera de sus novelas, un totum revolutum en el que cada uno de los sucesos o personas podría extraviarse en cualquiera de sus libros. Nada para recordar, parafraseando la famosa película.
¿Por qué entonces elegí este libro de él? Pues porque me interesa qué hace la gente cuando corre o sale a andar, además de correr o andar, claro.
Verán, por razones médicas debo andar a buen ritmo todos los días un mínimo de 40 minutos. Cosa que hago con la mayor frecuencia que puedo. Pero... señores/as... ¡me aburro soberanamente! Siempre salgo sola, no me gusta ajustarme a los horarios de otras personas, y a veces esos 40 minutos se me hacen eternos. Pensé que Murakami me podría ayudar en la empresa. Y así fue en parte...
Él habla de la alegría de correr, de la euforia que provoca, de la preparación que exige, hasta de qué música se pertrecha para hacer frente a las duras pruebas que lleva a cabo (es un corredor de maratones y nos habla de las canciones más adecuadas para correr).
Eso me dio una idea. Compré un mp3 y empecé a llenarlo de mi música favorita. Pero... ¡ya me conocen, tengo un blog de libros...! Enseguida pensé que me interesaba mucho más que me leyeran libros mientras andaba. Y así llegué a mi manera de andar de hoy en día, ¡oyendo audiolibros que me son narrados mientras pongo en forma mi cuerpo!
El destino de este tipo de comunicación puede ser:
- Todo aquel que disfruta al escuchar.
- Personas ocupadas, con falta de tiempo para leer.
- Personas con dificultades en la visión o incapacitadas para entender signos como en el caso de los dislexicos.
- Personas que no están todavía alfabetizadas, como un paso para aumentar la capacidad de atención y la concentración.
- Personas estudiantes de idiomas como el español o el inglés, a las que les convenga escuchar textos leídos en esos idiomas como ejercitación.
- Niños y jóvenes, muy familiarizados con los medios audiovisuales y que necesitan un mayor estimulo para prestar atención.
- Personas que pasan mucho tiempo viajando, tanto si conducen el vehículo como si son llevados, al practicar ciertos deportes (el resaltado es mío) o al realizar trabajos repetitivos...
- Nos acercan de una manera más vívida y personal la información de los libros, facilitando así su recuerdo.
- Personas sin hábito de lectura.
Mantengan los niños al alcance de los libros.
— Épico bicho agónico (@SergioMarentes) octubre 17, 2014
¡No saben ustedes lo agradable que es andar a buen ritmo mientras un señor o señora de voz aterciopelada te lee Ensayo sobre la ceguera de Saramago, por poner mi libro favorito y el que me están leyendo en este momento! ¡No hay color! Lo que antes era una actividad tediosa para mí, se ha convertido ahora en un momento especialmente esperado a lo largo del día.
¡Como siempre, los libros arreglan muchas parcelas de mi vida!
Pueden probarlo, creo que no les defraudará la experiencia.
Seguiremos otro día...
Seguiremos otro día...