He recibido un homenaje inesperado.
Lo percibí como un homenaje para mí por diversas razones, que paso a exponerles en palabras de los protagonistas:
- Porque como dice Mifflin: "Lo que quiero decir es: ¿quién se ha aventurado alguna vez en las montañas y los campos para llevarles la literatura a las gentes más simples? [...] He pasado muchos años recorriendo mundo a bordo de esta ciudadela del delito (la librería ambulante o Parnaso) y, por los huesos de Ben Ezra, no creo haber visto un solo libro realmente bueno que no fuera la Biblia en ninguna granja [...] Es preciso ir a visitar a la gente personalmente, llevarles los libros, [...] Y entonces, poco a poco, uno empieza a lograr que los buenos libros circulen por las venas de la nación [...] Es como llevar el Santo Grial a algunas de estas remotas granjas."
Modestamente me veo reflejada en los muchos años en que leí diariamente a mi alumnado. Hace poco días vinieron dos exalumnos a casa y me aseguraban que si los convocaba a todos para volver a leerles, vendrían sin falta. No recuerdan quizá la conjugación verbal, pero sí los libros que les leía, ¡y me pagaban por ello! Yo es que tuve mucho ojo eligiendo profesión...
- Porque Roger Mifflin "predica la buena literatura como cualquier evangelista". ¡Cuántas veces he dicho que la literatura es mi religión! La considero imprescindible en mi vida, como supongo que la fe lo es para los creyentes. Así que segunda gran coincidencia.
- Porque el profesor Mifflin vuelve a decir: "¿Recordáis el chiste de Abe Lincoln sobre un perro? Si llamáis pata a la cola, dijo Abe, ¿cuántas patas tiene un perro? Cinco, me diréis. No, diría Abe, porque llamar pata a una cola no hace que la cola se convierta en pata. Pues bien, muchos de nosotros estamos en la situación de la cola de aquel perro. Que nos llamen hombres no nos convierte en hombres. Ninguna criatura sobre la faz de la tierra tiene derecho a creerse un ser humano a menos que esté en posesión de un buen libro."
O así debería ser, siempre que no creamos que somos mejores que los demás por haber leído más libros, por ser lectores y ellos no, por pertenecer al selecto club de "la gente que lee". No todo el conocimiento está en los libros, eso está claro, pero ¡el que está es tan hermoso...!
- Porque la historia de la solterona Helen es la de la liberación de la mujer (pensad que este libro está escrito en 1917). Una vida dedicada a servir a los demás (sus pupilos, su hermano) que ella resume en las incontables hogazas de pan que ha horneado en su vida: " No entendía cómo todo aquello había permanecido oculto para mí hasta entonces. No entendía cómo el trascendental misterio de hacer pan me había impedido ver durante tanto tiempo los misterios del sol y el cielo y el viento en los árboles." Y que le lleva a hacer proselitismo incluso: "Oh, estúpida mujer! ¡Deja la estufa, las ollas, sartenes y labores, aunque sea por un día! ¡Sal de ahí y mira el sol y el cielo y el río a lo lejos!
Aunque después vuelva a las andadas por amor: "Pensé en mi "antología" de hogazas de pan y juré que haría un millón más si Roger me lo pedía" (recuerden, era 1917,... ¿o sería lo mismo justo 100 años después? Desgraciadamente me inclino a pensar que sí, ¡ainss!).
- Porque te hace sonreír mientras lo lees: "Escúchame, Helen, ¿crees que voy a permitir que mi hermana se pasee por el estado con un vagabundo? Será sobre mi cadáver... Más te vale pensar mejor las cosas. ¡Y a tu edad! ¡Y con tu peso!"
"Escúchame bien, Andrew, hablas precipitadamente. Una mujer de cuarenta (por cierto, exageras) que ha compilado una antología de seis mil hogazas de pan dedicadas a ti merece algo de cortesía."
- Porque el humor es coherente y cohesionado con la historia, como cuando juran invocando a grandes escritores: "Por los huesos de Byron", "Juro por los huesos de Chaucer" 😊
- Porque es un libro sin pretensiones, aunque quizá por eso con un encanto especial: "Un buen libro debe ser simple. Y, como Eva, debe provenir de algún lugar entre la segunda y la tercera costilla: debe haber un corazón latiendo en su interior. Una historia que es solo cerebro no vale demasiado."
- Porque, ¡ay, el Parnaso de 1917 se parece demasiado a esta otra tienda ambulante de los años 60...
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Citroën furgón, 2 caballos, el coche de mi padre. Él lo tenía en gris. |
... donde mi padre ofrecía por los pueblos tejidos, perfumería, buen humor, bonhomía y rebajas en todo ello, porque como decía mi madre, podríamos habernos hecho ricos si no hubiera perdonado tantas deudas: "pobrecicos, si no tienen bastante para comer...". Eran los 60 y 70, ya digo, y el país no llegaba a recuperarse del aislamiento al que lo había sometido el régimen...
¡Pero este ya es otro tema, que me disperso, y lo que yo quería decir es que Mifflin y mi padre eran algo más que vendedores, mucho más...!
NOTA: Pueden descargar el libro tranquilamente de internet, porque dada su antigüedad, el texto original y sus derechos pertenecen al dominio público. Tiene una segunda parte: La librería encantada, de 1919.