Después de mis reservas con "Meridiano de sangre" (cuya reseña encontrarán más abajo), quise insistir en la obra de este autor, premio Pulitzer con esta novela y considerado en Estados Unidos el sucesor de Faulkner, Melville y Mark Twain, ¡nada menos!
No lo consideren prepotencia, pero mi opinión no coincide con esa valoración, y se supone que aquí hemos venido a dar nuestra opinión sincera, no la que está de moda o es políticamente correcta.
La novela postapocalíptica que se nos presenta es un viaje hacia el sur de un padre y su hijo. El fin ha llegado, no sabemos cómo, seguramente lo teníamos merecido. Asistimos durante toda la novela al devenir de los protagonistas y su lucha por la supervivencia.
Asistimos también a monótonas y ¡abundantísimas! descripciones de los parajes que atraviesan.
Asistimos a unos diálogos entre padre e hijo, planos, repetitivos, insustanciales y con ínfulas de profundidad.
Ejemplo:
¿Podemos esperar un rato?
De acuerdo, pero está anocheciendo.
Ya lo sé.
Vale.
Aquí no hay nadie, dijo el hombre.
Vale.
¿Todavía estás asustado?
Sí.
No pasará nada.
Vale-
Y así podríamos seguir hasta el infinito. Si abren el libro por cualquier diálogo, lo encontrarán calcadito a este.
Vale.
La narración es lenta hasta la extenuación, repetitiva, pretenciosa (pretende explicar algo sin explicar nada) y aburrida, dejando la novela en una simple y continua línea de pasos por la supervivencia.
Es una mezcla entre "The walking dead" y "Mad Max", sin tener el carisma de ninguna de las dos.
¡En fin, una decepción en toda regla!
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