Basada en hechos reales, esta desmesura de obra nos habla de una expedición paramilitar pagada por las autoridades mexicanas y las del estado de Texas, para exterminar al mayor número posible de indios.
La misión, ya de por sí sangrienta, se complicará cuando empiezan a matar también a los mexicanos que les pagan, convirtiéndose en una carnicería después de otra, en una violencia continua sin justificación alguna.
Asistimos durante 400 páginas al devenir de este grupo por las tierras que tenían que "limpiar". El protagonista es, supuestamente, "el chaval", adolescente desarraigado y duro que aprende la vida en este entorno cruel. Pero la verdadera alma de la obra es "el juez", encarnación del mal, filósofo y gurú espiritual de la compañía. Las atrocidades que es capaz de cometer, nos harán apartar la mirada más de una vez.
Estos hombres enfrentados a una naturaleza salvaje y a su propio anhelo de sangre y muerte, dejan un poso amargo y de desasosiego en el lector. No hay esperanza, ni ideales, ni casi naturaleza humana en los personajes, no podemos empatizar ni con uno solo de ellos, que se mueven en un estado de violencia y crueldad extrema.
La prosa de McCarthy es hermosísima, ampulosa, grandilocuente, casi bíblica. Las descripciones del entorno llenan toda la obra, siendo más importantes que los hechos que se desarrollan. Es una lectura exigente que requiere total atención por parte del lector.
Esta es la parte objetiva, la obra es un novelón, pero... no es "mi" novelón. Reconozco la excelente factura, la originalidad y la épica de esta novela, el lenguaje excelso, el poso filosófico y metafísico, pero... me he cansado de tantas pormenorizaciones sobre la naturaleza por la que patrullan, de tantos personajes que pasan y no dejan huella, me ha parecido que se desaprovechaban muchas pequeñas, ínfimas historias por las que el autor pasa de puntillas...
En fin, pequeños peros para una obra sobresaliente y extraña que hay que atreverse a abordar.
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