Cuando terminé de leer esta corta novela se me escapó en voz alta un "ufff", por lo extraordinario, inusual, humano, universal y profundo de lo leído.
Con una economía de medios admirable y un narrador omnisciente, Tolstoi nos habla de la muerte y del sentido de la vida.
El protagonista, Iván Ilich, es un alto magistrado centrado en las apariencias, en el estatus social, en la vida cómoda... A ello ha dedicado toda su existencia, hasta que contrae una enfermedad que no saben curar los médicos -crítica feroz al gremio- e indefectiblemente ve que va a morir. A destacar la indiferencia de familiares y amigos (incluidas su mujer y su hija), que sienten más un pasajero dolor de cabeza propio que la muerte ajena -crítica a la deshumanización de la sociedad burguesa).
La irrupción de la enfermedad enfrenta a Iván, no solo al sufrimiento físico, sino a la falsedad de su vida y a la soledad y angustia de la muerte. El personaje pasa por las fases típicas de negación, miedo, rebelión y finalmente aceptación. Aceptación redentora porque se da cuenta de que el sentido de la vida no está en el éxito social ni material, sino en vivir con autenticidad y perseguir objetivos trascendentes.
Una obra maestra existencialista que inevitablemente te lleva a la gran pregunta: ¿Estoy viviendo la vida que reamente quiero o la que la sociedad espera de mí?
Esto añadido a los grandes temas que plantea la obra, como: La crítica a la vida superficial e hipócrita, la soledad del enfermo y la muerte como despertar (al final se da cuenta de la vacuidad de su vida, logra trascender su dolor y liberarse), hacen de esta novela algo excepcional que te sacude por dentro, que no vas a olvidar jamás.
Recomendadísima, una de las pocas veces que pongo 5 estrellas.
¿Y ustedes qué opinan? Cuenten si son tan amables...
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