Desde bien pequeña, lo veía destacar en las estanterías que enmarcaban la chimenea de mi casa. Me llamaba la atención la portada; más adelante, las ilustraciones que había dentro. Eran como algo prohibido: ¡las cosas que había en las fotografías escandalizaban a la niña que yo era! Más tarde empecé a asociar el libro a la vida de un hermano de mi padre que vivía en París y al que no conocía. A su mujer, Colette, sí, porque venía todos los veranos con su hijo, pero a él no lo dejaban venir, me decía mi abuela. Después de unos años puse cara, voz y sentimientos a ese tío desconocido que aseguraba que le habían pasado esas cosas que yo había leído y visto en el libro. Siempre hubo una conexión muy fuerte, no solo porque era un héroe para mí (a esas alturas yo ya había leído de todo sobre campos de concentración), sino porque como ser humano era extraordinario.
Desde entonces llevé este ejemplar al colegio cada dos años. Sí, en años alternos. Yo siempre he trabajado con las últimas edades de primaria, así que cuando me tocaba sexto, allá por el último trimestre, les llevaba el libro y les hablaba del tema. Les contaba la historia general, mi historia particular y divagábamos para filosofar sobre la intolerancia, el peligro de los fanatismos, de creer que hay una sola verdad, una sola religión, la nuestra, que es la única "verdadera" (aquí las caras de asombro eran de antología), una sola lengua, la castellana, que es mejor que la gallega, la catalana... La verdad es que el tema daba para mucho, y aprovechando el interés e inevitable morbo que despierta, yo tiraba del hilo... Sí, se puede trabajar con alumnado de primaria, cuidando de que no degenere y quede en interés morboso sin más.
Hoy vengo a hablarles sobre lo que vi en las interioridades de Mauthausen, ese campo donde mi tío estuvo casi cuatro años. Es lo más duro de la visita aun estando todo "maquillado" y cuidadísimo. Uno no puede ni acercarse a imaginar qué pasaría por sus mentes cuando los tenían horas a la intemperie para contarlos o con cualquier otra excusa, en la plaza central o en la de las cocheras, después de una jornada agotadora, con hambre y frío extremos. Yo no vi las literas en los barracones; mi amiga Feli cuenta en una excelente entrada que les recomiendo vivamente, que las han quitado porque impresionaban demasiado a los visitantes. Como impresionan las piletas donde se lavaban, las torres de vigilancia, la chimenea...
Pero si vamos a hablar de impresiones fuertes, déjenme que les diga que para mí lo peor fueron las duchas, más que los hornos crematorios; no sé, tiene esa habitación una sordidez que te aprisiona, te ahoga, te hace querer salir de allí inmediatamente.
Otra de las cosas que recordaré siempre son las celdas de castigo: ¡una prisión dentro de otra prisión! ¡Es increíble que todavía necesitaran más horror dentro del horror!
Les dejo uno de mis queridos Photopeach con algunas de mis fotos. Verán que el viaje de Feli es diferente al mío, como lo serían sin duda sus viajes si los hicieran. A mí me ha servido mucho el suyo, he reparado en cosas que no había visto y he apreciado otras de distinta manera.
Espero que les parezca adecuada "La danza de los caballeros" del Romeo y Julieta de Prokofiev, una de mis músicas épicas favoritas. Mejor véanlo en pantalla completa.
Mathausen por dentro on PhotoPeach
7 comentarios:
Impresionante, Conchita, esa historia verdadera que llevabas a la clase estoy segura de que dejó huella en ellos. Comparto lo que dices, la zona de las duchas es de lo más sórdido que puede verse, a mí me recordó la película Amén, la escena en la que el oficial se asoma por un agujero de la puerta, sin mostrar nada lo dice todo. El pase de fotos con esa música es muy fuerte. Gracias por citar mi entrada, nada que ver en intensidad con esto.
Muchísimas gracias por escribir esto y un abrazo muy fuerte.
No puedo escuchar la música. No sé si es porque tengo un MAC. O tal vez el navegador SAFARI. He visto, no obstante, tu galería de imágenes del horror del campo. Se ve todo muy adecentado y modernizado. Se ha rehabilitado para hacerlo visitable, tal vez. Y sí, es cierto que las duchas es lo que parece más sórdido y verosímil. Es un espacio suavizado para el recuerdo. Pero no superan tus imágenes las que yo me creaba al leer la trilogía de Primo Levi. La imaginación pienso que es más poderosa que la visita real para pensar cómo fue aquello, Las palabras son a veces mejores que las fotografías. Eso sí, el espacio para la memoria es un lugar cargado de emoción e intensidad para los visitantes.
En el caso de Mauthausen fueron muchos republicanos españoles los que fueron recluidos, pero no pienso que aun siendo uno de los campos más duros llegara a la situación de quienes estaban allí por su raza judía. Los republicanos españoles eran un incordio, comunistas y ralea semejante, pero eran de una raza limpia. Los judíos eran sabandijas cuyo destino era obvio.
Pero a mí me inquieta ahora más que el holocausto, el odio hacia los judíos que existía en Europa en los años veinte, treinta, cuarenta y que llevó a que nadie los defendiera. Nadie. Y los barcos cargados de judíos llegaban a las cosas de América y no los querían. Y los devolvían a Alemania. Eso algunos que habían podido huir. Nadie los quería, ni nadie los quiere ahora. El noventa por ciento de la animadversión contra el estado de Israel, justificada por el antisionismo y la solidaridad con los palestinos, es puro y duro antisemitismo. Los judíos no pueden estar tranquilos en Europa. sus barrios tienen que ser protegidos por la policía. Y con una población creciente musulmana lo tienen muy difícil. Ya lo hemos visto. En Londres se ha elegido a un alcalde musulmán antes que a uno judío. Puede que haya muchos otros factores como es cierto que los hay, pero ser judío en el mundo es muy peligroso. Tanto ahora como entonces.
Un abrazo.
Agradezco tus palabras, Feli. Es difícil encontrar a alguien que sepa que hubo españoles en Mauthausen, ¡que haya estado de viaje allí, ni te digo!
Me falta, para terminar, la entrada sobre el Museo del campo, a mí me gustó especialmente. Con eso ya os dejaré tranquilos :)
Gracias por hablarme de la película Amén, me has recordado que aún no la he visto.
Un abrazo grande, amiga.
Tienes razón, Joselu, los judíos siempre lo han tenido difícil.
Recuerdo la película que trataba el viaje de 600 judíos en barco hacia Palestina, y nadie los quería en ninguna parte. "Éxodo", creo que se llamaba, protagonizada por Paul Newman. Sus padecimientos parecen no tener fin.
A mí me llegó una vez un comentario en el que se me decía que ya estaba bien de hacerse los mártires y vivir a costa de su historia en el holocausto. No supe qué contestar, de hecho aún no le he escrito.
Ya sabes que yo necesitaba pisar ese suelo. Claro que nuestras imágenes mentales son más terroríficas que las reales, pero nada es igualable a vivirlo allí, en toda mi vida había vivido una sensación parecida.
Gracias por tu compañía.
Un abrazo.
Sin dudas los fanatismos nunca fueron buenos en nada, todo lo que se lleva al extremo entraña numerosos riesgos. Y deja estas enseñanzas que no tendrían que tener jamás. La 2da. Guerra Mundial, fue un tremendo caldo de cultivo para numerosas iniquidades, y maldades por doquier. Hoy por ejemplo la Federación Rusa festeja la Victoria, y lo hace con ese dejo de alegría y tristeza 27 millones de rusos de 60 millones en total que se llevó la Guerra, y cuántos millones con vidas destruídas. Y lo peor que seguimos sin aprender.
Seguramente Conchita ya conoce este vídeo documental, pero tal vez alguien que lea este blog, lo encuentre útil.
https://youtu.be/NKJevW9jCK8
Saludos, amiga, mis cariños.
Sí lo conocía, Roberto, pero lo he vuelto a ver, es más fuerte que yo...
Espero que algún lector/a del blog sienta curiosidad por los hechos, y si aún no lo ha visto, dedique un tiempo a hacerlo. Aparte de algunas fotos o escenas que no son necesarias y que nos vamos a encontrar siempre, pese a que solo añaden morbo y se podrían obviar sutilmente, todo está narrado desde la honestidad y la autenticidad. Yo lo recomiendo, al igual que usted.
Gracias por la aportación; me quedo sobre todo con el final. Cuando ya no estén estos cuatro supervivientes, tenemos la obligación moral de no olvidarlo y contarlo nosotros.
En eso estamos...
Un abrazo, amigo.
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