miércoles, 20 de enero de 2016

Mi padre me paseaba en una caja de cartón...

Hoy me he levantado pensando que tendría que explicarles en detalle mi pasión por la lectura. Al igual que me gustaría que ustedes me explicaran a mí la suya; si les place, claro, que las cosas no deben hacerse por obligación, y la lectura menos que ninguna (sí, ya lo dijo Pennac, pero cualquier docente lo sabía antes). 

Yo "rompí" a leer delante de una chimenea, como expliqué más o menos aquí, y desde entonces se ha convertido en la actividad fundamental y más constante de mi vida.
Cuando yo era pequeña sólo había una cadena de televisión, y en mi calle únicamente un vecino la tenía. Su patio, como el Corral de Comedias de Almagro, se llenaba de la chiquillería del barrio absorta ante semejante maravilla. Luego, yo me iba a mi chimenea y allí...¡tenía libros! No eran como los de ahora, llenos de imágenes, colores, ventanitas o arquitecturas de papel. No existía el concepto de álbum ilustrado, así que ¡díganme cómo una niña con la irrupción del milagro televisivo en su vida y cuyos padres no habían leído un libro jamás, se sintió tan atraída por ese mundo! 
Creo que tengo la respuesta después de darle vueltas al tema durante años.
La "culpa", como digo en mi Autorretrato lector, la tuvo mi padre, que era un contador de cuentos excepcional. Cada noche contaba/escenificaba historias inventadas para mí. Lo detallo con más extensión en ese Autorretrato.
Incluso en este mi Autorretrato lingüístico, que tiene tanto que ver...! 
El que, de paso, me paseara por toda la casa dentro de una caja de cartón (recuerdo guardado en el Banco de Recuerdos), construyera una cabaña en el salón con sillas y sábanas, haciendo así realidad algunas de las aventuras fantásticas que me contaba, me llevara frecuentemente al cine, y ME DEDICARA TIEMPO, parece que dio como resultado que me convirtiera en una devoradora de historias, escritas o filmadas (otro día les hablo de mi afición al cine).
Mi "ficha" en el Banco de Recuerdos

En febrero de 2008, en mi primer blog que se llamaba Literatúrame, (¡por supuesto!) yo escribía esto, que luego traspasé a Blogmaníacos, sobre el acto de leer:
ACTO DELICTIVO
"Leer es un acto delictivo; es un hecho. Lo hacemos generalmente en solitario, en silencio, sin avisar, sin pensar en las consecuencias, sin pensar en los demás, pese a quien pese, caiga quien caiga, ante Dios y ante los hombres, sin arrepentimiento, sin acto de contricción, aconfesos, acontritos, con premeditación y seguramente con alevosía, ... pero casi siempre, y éste es el agravante definitivo, con ... NOCTURNIDAD." 

Publicidad de Gandhi, crédito de la imagen


 Siempre me han dicho que tengo una visión demasiado "romántica" de la lectura... ¿Cuál es la de ustedes? ¿Algún detonante especial? ¿Alguna persona?
Ya saben,... sin obligaciones...
 

4 comentarios:

RobertoC dijo...

Hermoso, digamos multi post. Pero veamos. En mi caso el afán de la lectura nace por conjunción de cuestiones. El mismo tema de carecer de la televisión, la lectura de mi madre en sus ratos libres, pero más que nada esa tremenda curiosidad de querer saber que eran esas "cositas negritas" que de pronto se transformaban en historias o explicaban cosas. Me pasé muchas horas mirando dibujos y esas "cositas negritas", y cuando salía de casa mirando los carteles de todo tipo y esas "cositas negritas", y comencé a preguntar y mi madre con su paciencia me decía como sonaba cada letra. Las fui uniendo con sus sonidos y con errores claro que mi madre iba corrigiendo fui aprendiendo a leer, no había entonces jardines de infantes o escuela inicial, pero cuando llegó la hora de la primaria ya leía yo, y el tema era aprender escritura. A todo mayor que encontrara le decía si no tenía un libro para prestarme, el que sea, no me importaba el tema todo me parecía nuevo y leía despacio para que durase, y sentía tanta pena cuando el libro llegaba a su fin. El primer libro que llegó a mis manos completito todavía lo recuerdo Jerry de las Islas, de Jack London, y todavía guardo en mí, las sensaciones que me transmitió, lo que sufrí, lo que me alegré, lo que me emocioné navegando por esos mares del sur del mundo. Y sí, todo esto entre los cinco y siete años, pero en ese momento yo tenía mis i-libros, y mi i-maginación y todo era tan estupendo y cálido, que cualquier cosa que pasara de malo, aprendí a curarlo en la lectura, en vivir no una vida, sino miles. Y todavía me maravillo de el poder que tienen para lo malo y lo bueno, estas maravillosas "cositas negritas". Un saludo mi estimada.

Blogmaníacos dijo...

Tenemos en común pues, amigo Roberto, que apenas empezaba la tv en nuestra niñez, que aprendimos a leer antes de ir la escuela y que los libros nos curan, cual hermosas tiritas "anti-todo". Buenas bases para la amistad virtual que nos une, ¡y nosotros preguntándonos cuál era la razón!
¿Ven? La lectura y sus muchas aplicaciones...
Gracias por su extenso comentario, amigo.

Joselu dijo...

Mi historia como lector es algo diferente a la suya. Yo también tuve televisión muy pronto. Hacia 1960 con cuatro años ya la teníamos. Sin embargo, a mí no me contaban historias ni me leían cuentos ni mi padre me llevaba en una caja de cartón. Yo raramente veía a mi padre y mi madre, en fin. No tuve a nadie que me metiera el virus de la lectura pero yo devoraba tebeos. No sabía que existieran los libros hasta que tuve nueve o diez años y cuando los descubrí, me quedé fascinado con ellos. Supongo que era la forma de huir de una sórdida y triste realidad. En los tebeos o en los libros podía vivir las aventuras o realidades que en mi vida real eran imposibles. Fueron un lenitivo del dolor de vivir ya desde muy pequeño. Nadie me hizo leer, nadie me animó a hacerlo. Fue una elección mía. ¿Razones? No lo sé. Me gustaba mucho. Por eso desconfío de las campañas de animación de la lectura. Nadie puede hacer que otro lea, ni nadie puede impedirlo.

Saludos.

Blogmaníacos dijo...

Hay varias cosas en su comentario que quiero destacar, amigo Joselu. En primer lugar, cuando usted comenta, comenta de verdad, igual que la "española cuando besa", que diría la canción. Aporta cosas interesantísimas, en este caso una que se me había pasado por alto: ¡los tebeos! ¿Cuántas veces habré hablado sobre mi pasión por la lectura? Infinitas. ¿Cuántas he nombrado como intermediarios de ella a los tebeos? Ninguna.
Freud podría sacarle punta a esto, seguramente. El caso es que usted ha subido a la consciencia lo que flotaba en mi subconsciente, de tal manera que ya llevo vistas a estas horas varias páginas al respecto, y creo que haré un post que merece ver la luz.
Gracias por eso.

En segundo lugar habla usted de la soledad del corredor de fondo, del postulante a lector sin mecenas, como parece ser nuestro caso. En su niñez, no lo hubo y punto. En la mía, faltó la intención. Seguro que mi padre sólo (¡y nada menos!)quería disfrutar de tiempo conmigo. El resultado de ello para mí fue espectacular, pero tiene usted mucha razón: "nadie puede hacer que otro lea, ni nadie puede impedirlo".
Cuando yo hacía diariamente "animación a la lectura" en clase, ya lo sabía. Mi intención, únicamente era que a través de mí conocieran lo que yo consideraba lo mejor de la LIJ. Quería darles una oportunidad. Lo que hicieran después con eso, desde luego ya era cosa suya.

No sé cómo agradecerle su tiempo y sus reveladores comentarios.
Afectuosos saludos, compañero.