viernes, 18 de marzo de 2016

El complejo de Electra

Luego les hablo de esta película...
Capitanes intrépidos, 1937,
basada en la novela de Rudyard Kipling, dirigida por Victor Fleming

En el libro Trilogía de la noche (ver Pinterest de mis lecturas a la derecha de este blog), libro autobiográfico de Elie Wiesel, que con 16 años ingresó en Auschwitz, Buchenwald,.. se toca un tema que yo, que tanto he procurado leer sobre el nazismo, no había encontrado aún: la degradación del amor filial. Al principio de la obra, el niño hace lo indecible por permanecer junto a su padre, se juega varias veces la vida por eso. 
Pero cuando los alemanes están perdiendo la guerra y los evacúan del campo, nos encontramos con estos terribles párrafos:

En una retirada con la SS un padre, Rabí Eliau,  pregunta por su hijo, al que ha perdido de vista: 

(...) recordé de repente que había visto a su hijo correr a mi lado. (...) Luego recordé otra cosa: su hijo le había visto perder terreno, cojear y quedar atrás en la columna. Lo había visto y había continuado corriendo adelante, dejando que se agrandara la distancia entre los dos. Un pensamiento terrible se insinuó en mi espíritu: ¡había querido desembarazarse de su padre! Había sentido que su padre flaqueaba, había creído que era el fin y había buscado esa separación para librarse de esa carga, para librarse de ese fardo que podía disminuir su propia capacidad de continuar.  

El libro va avanzando y la situación empeora para el propio autor y su padre: 
"Le di lo que me quedaba de sopa. Pero tenía un peso en el corazón. Sentía que se la había dado contra mi voluntad. Como el hijo de Rabí Eliau, no había resistido la prueba.
(...)
En lugar de mi padre yacía otro enfermo. Debían de habérselo llevado antes, al amanecer para trasladarlo al crematorio. Tal vez respiraba aún... (...) No lloré y me hizo daño no poder llorar. (...) Y, en el fondo de mí mismo, si hubiera hurgado en las profundidades de mi conciencia débil, tal vez habría encontrado algo parecido a esto: "Al fin libre!..."
(...) Fui trasladado a un bloc de niños donde éramos seiscientos. El frente se acercaba. Pasaba mis días en total inactividad. Con un solo deseo: comer.
No pensaba más en mi padre ni en mi madre. De vez en cuando se me ocurría soñar. 
Con un poco de sopa. Con un suplemento de sopa.  

Todavía da otro ejemplo que prefiero omitir aquí por ser más crudo que los anteriores.
Me ha sacudido por dentro esta sinceridad. Nunca un autor había reconocido de tal manera las negras profundidades a las que puede llegar el ser humano...

... Y ENTONCES, ME ENTERO DE ESTO... ¿Es Elie Wiesel un fraude?

Supongo que, al igual que yo, ustedes tampoco leen como leían antes,... antes de internet, quiero decir. Ya saben, buscamos la biografía del autor, la bibliografía, críticas de sus obras, noticias y eventos relacionados con él... En este caso he encontrado información sobre la presunta usurpación de identidad de Elie Wiesel. Compañeros de los campos intentan probar que no es quien dice ser. Cuesta creer que el premio de la Paz 1986 sea un fraude y que durante tantos años haya dado conferencias por todo el mundo e incluso creado una Fundación dedicada a la "sensibilización" contra el Holocausto, sin haber detrás más que una falsa fachada. No quiero pensar que estoy siendo víctima del pornodrama emocional que acompaña a veces a este tipo de relatos sobre el nazismo, y del que huyo siempre. Mas bien creo que se trata de la corriente del revisionismo del holocausto, que pretende negar algunas de sus atrocidades. Por eso, mi escritor favorito sobre el tema es Primo Levi, que adopta un distanciamiento, casi una asepsia emotiva que eleva a alturas míticas este tipo de narraciones donde tan fácil es caer en la pornografía de los sentimientos.

De todas formas, lo relevante aquí es que plantea la relación padre-hijo en circunstancias extremas.
Eso y la cercanía del Día del Padre, me hacen reflexionar sobre el mío.

Yo tuve un padre que era poseedor del "Santo Grial" de la paternidad, ese "manual de instrucciones" que buscamos todos desesperadamente, y que él conocía por intuición. Pueden aducir que quizá se deba al complejo de Electra, a que el paso del tiempo embellece las cosas, a que es políticamente correcto demostrar admiración por los padres,... Todo eso puede influir, pero el hecho incuestionable es que yo tuve un padre perfecto.
Era de carácter muy alegre, juguetón incluso (recuerden que me paseaba en una caja de cartón, o colgaba de la lámpara las cartas importantes e inesperadas que yo recibía), un tanto permisivo con mis faltas, muy sociable y hablador (adaptaba su registro discursivo al interlocutor de turno con una facilidad que sigo envidiando). Me inició en la literatura y en el cine, habiendo leído muy pocos libros en su vida: más que contarme cuentos todas las noches que podía, ¡los escenificaba! Me contagió la pasión por el mar que mi madre le había contagiado a él, comprando una tienda de campaña y acampando en las entonces playas salvajes de Torrevieja, cual Robinsones que cogíamos lapas, pescábamos, hacíamos carreras de natación, aguantábamos la respiración bajo el agua, y... ¡premio especial si entonces abrías los ojos y él te veía! Comí muchas tortillas llenas de arena, volví a casa a menudo con ampollas por estar todo el día al sol,... pero ahora, que vivo durante el verano al lado del mar, es eso lo que recuerdo.
Creo que el secreto de mi padre es que todo lo que hacía, lo hacía ¡CON GANAS!, quizá ese sea el elixir de la paternidad, emplearse a fondo en el tiempo de calidad que pasas con tus hijos.

Como sólo creo en las casualidades, les diré que anoche vi una película que me recomendó un amigo: "Capitanes intrépidos". ¿Quieren creer que en cuanto empecé a verla recordé que ya la había visto con mi padre? Era muy aficionado al cine, ya lo he dicho varias veces, se sabía los nombres de los actores principales y secundarios, y adornaba el visionado con comentarios, sustos inesperados, ruidos imprevistos, ... que hacían de aquello algo inolvidable.
En Capitanes intrépidos, el protagonista le dice al niño:
"¿Qué no tengo nada? Mi padre me enseñó a cantar al sol y a las estrellas, me regaló este instrumento con el que hacer música, me enseñó a pescar y me dio brazos y piernas fuertes, y además tenía dieciséis hijos más. ¿Qué sabrás tú, pescadito...?"
Bueno, pues yo ya les he dado una idea de lo que me regaló mi padre, quería compartir eso con ustedes.
Pero, ya ven cómo son las cosas, yo había olvidado que vi esa película con él, que me gustó mucho, que cantaban el ¡Ay, mi Pescadito!, que el protagonista se llamaba Manuel, como mi padre, ... y anoche lo eché de menos terriblemente.

7 comentarios:

RobertoC dijo...

Un tema delicado sin dudas. Lamentablemente coincido en que las situaciones extremas provocan reacciones de todo tipo. Las relaciones filiales también se ven atrapadas en estos extremos. En cualquier país en que se hayan vivido guerras, o golpes de estado, muchos darán cuenta de situaciones una más dramática que otra. No se tienen de pronto ni conocidos, ni amigos, y muchas veces ni familia. El famoso "no te metás" que se dice en Argentina, se transforma en cualquier idioma y país, en preservación individual y poco más. No sé si es pornografía emocional, sí sé por conocimiento que hay demasiados casos reales. No me sucedió en lo personal, pero tengo muchas tristes historias de la miseria humana que podría contar, pero prefiero si no olvidar, obviar.
Me quedo con lo que cuenta sobre su padre, con lo que recuerdo de los míos, y olvido el resto, en lo posible. Es un tema sensible sin dudas.
Cariños Conchita.

Joselu dijo...

Cuando faltaba una hora para que mi padre muriera, por primera y única vez en su vida le dije que me sentía orgulloso de él. Había sido un padre mezcla de débil y tiránico que me violentaba, que me insultaba, acostumbrado a largos monólogos que a mí no me interesaban para nada, que me llevaba a misa para mi desesperación y aburrimiento, cruel y despótico con sus hermanos que lo detestaban. Mi padre no fue perfecto de ninguna manera. No tuve la suerte que tú. Tuve que hacerme a su contra. El quería que estudiara ingeniería o arquitectura o en su defecto Derecho. Yo estudié Literatura la cosa más inútil del mundo para él porque según pensaba era anacrónica. La ciencia era superior a la literatura. Luchamos sin fin. Él era franqusta y yo salí revolucionario. Mi madre me manipulaba para que lo detestara todavía más. Para que le robara. Para que le mintiera.

Aun así, esas palabras en su lecho de muerte que reconocían mi orgullo hacia él ha sido lo que ha quedado de él en mi vida.

Blogmaníacos dijo...

Gracias, querido amigo Roberto, por compartir su visión del tema.

Lo que cuenta de Argentina me recuerda la actualidad de los intentos desesperados de los refugiados de Siria en Europa, ¡también ahí deben de darse toda clase de situaciones extremas, desgraciadamente no hay que remontarse a la II Guerra Mundial y a los libros que tratan sobre ella!

Parece que tuvimos suerte con nuestros progenitores, doy gracias siempre por ello, un niño/a no debería sufrir jamás en el seno de su familia... Ni en la escuela,... Ni en ninguna de las parcelas que conforman su vida mientras se hace hombre o mujer.

Un saludo y un abrazo.

Blogmaníacos dijo...

Me dejas sin palabras, Joselu. No puedo comprender esa relación entre padres e hijos, mis vivencias estuvieron en el polo opuesto.
Seguramente quisieron lo mejor para ti y no supieron cómo dártelo. Después de todo, cada uno es como es...
Me alegro de que al final hubiera entre tu padre y tú ese momento de perdón o reconocimiento, que es el que te ha quedado de su memoria, al fin y al cabo todos somos humanos y no siempre sabemos encontrar el camino. Las señalizaciones son a veces tan confusas...

En todo caso, me alegro de que te decantaras por la literatura y su enseñanza, ¡lo que yo aprendo en esa universidad bloguera que es "Profesor en la Secundaria"...!
Veo que moriremos con el san benito de que las ciencias son mejores que las letras, más útiles, más prácticas...

Por cierto, lo de que no salieras franquista también es un puntazo, ¡míralo por ese lado, no todo lo hicieron mal!

Saludos cariñosos, amigo.

Joselu dijo...

Te dejo un post que escribí sobre mi madre 1057 PALABRAS

Joselu dijo...

Y este lo escribí sobre mi padre LA MUERTE Y EL PTERODÁCTILO

Blogmaníacos dijo...

No he podido leer tus enlaces hasta hoy, Joselu.

Ya veo que tu infancia no ha sido convencional, me asombra, sobre todo, la relación con tu madre, inconcebible para mí. Es verdad que reivindicas su posesión como monstruo, pero eso no frena el pavor cuando estoy leyendo.
Como tú dices, nuestra infancia y todas nuestras circunstancias anteriores y posteriores a ella, marca lo que somos; yo creo que no estarían defraudados por el hijo en que te convertiste. Lo que no sé es si ellos llegaron a conocer el horror que eso supuso para ti, pero bueno, veo que hasta eso lo has asumido y "abrazado", lo que dice mucho de tu fuerza espiritual.

Te agradezco mucho que me hayas facilitado los enlaces: ensanchas mi visión de la vida en muchos sentidos.

Un abrazo.