Ando leyendo estos días Una habitación propia de Virginia Wolf. Si cabe con más ahínco ahora, para aislarme de las faenas y agobios que me produce haber cerrado la casa de invierno y abierto la de verano.
Wolf nombra mucho a Jane Austen en esta obra, y a mí me viene a la memoria la escena de la película Orgullo y prejuicio donde los criados abren la casa de verano, quitan las sábanas que protegen los muebles del polvo y acondicionan la propiedad en un abrir y cerrar de ojos.
Yo he hecho todo eso sin ayuda, con sábanas que luego había que lavar porque han acumulado ocho meses de polvo, y las he planchado y colocado en su sitio, al mismo tiempo que estudio oposiciones con mi hija, y... recordaba esa escena...
¿Qué diferencia hay entre las mujeres de aquella época y yo? Que quizá ellas eran unas mantenidas sin habitación propia y sin las famosas 500 libras de renta al año, pero ¿saben ustedes lo que a mí me ha costado esa habitación con renta incluida? Se lo diré: muchos años de estudio, muchos años de trabajo después, y dos habitaciones propias, la de mi cacareada independencia económica y la trastienda que eso conlleva: haber trabajado dentro y fuera de la casa, en dos frentes distintos, en dos guerras que seguramente habré perdido, ¡después de lo estresante que ha sido intentar ser buena en las batallas...!
Así que entiendo muy bien a la Wolf, pero la ira y el dolor que ella no cree compatibles con la creación literaria, en mí no han desaparecido;por lo tanto, parece que también estoy excluida del olimpo de las literatas, ¡si es que llego tarde a todas partes!!!
Mientras
el alma se serena, les dejo con algunos párrafos extraídos del texto, en el que se analiza la historia de las mujeres y su relación con la literatura:
"La mayor gloria de una mujer es que no hablen de ella", Pericles, siglo V a. C. Parece que la publicidad en las mujeres es detestable. La anonimidad corre por sus venas."
Recuerden al respecto la diferencia entre "hombre público" y "mujer pública", ¡puritito siglo V a. C.!
"La compositora se halla en la situación de la actriz en la época de Shakespeare. Nick Greene, pensé recordando la historia que había inventado sobre la hermana de Shakespeare, dijo que una mujer que actuaba le hacía pensar en un perro que bailaba. Johnson repitió esta frase doscientos años más tarde refiriéndose a las mujeres que predicaban."
No es que yo tenga mayor interés en que las mujeres lleguen a ser curas o predicadoras, ya con los curas-hombres creo que hay más de la mitad de los que yo necesitaría, pero lo dejo ahí como testimonio de lo poco que se ha avanzado al respecto.
"Debemos aceptar el hecho de que estas buenas novelas, [...] Emma, Cumbres borrascosas, [...] las escribieron mujeres sin más experiencia de la vida de la que podía entrar en la casa de un respetable sacerdote; que las escribieron además en la sala de estar común de esta respetable casa [...]. Una debía someterse a las convenciones sociales y "apartarse de lo que se suele llamar el mundo". Al mismo tiempo, en la otra punta de Europa, un joven vivía libremente con esta gitana o aquella gran dama, iba a la guerra, recogía sin obstáculos ni críticas toda esta experiencia variada de la vida humana que tan espléndidamente debía servirle más tarde, cuando se puso a escribir sus libros. Si Tolstoi hubiese vivido encerrado en The Priory con una dama casada, "apartado de lo que se suele llamar el mundo", por edificante que hubiera sido la lección moral, difícilmente, pensé, hubiera podido escribir Guerra y paz."
Es una buena explicación a la observación que yo le hacía el otro día a mi amigo Joselu, ahora Meeri. Decía él que en el trabajo de clase que había propuesto a su alumnado, escribir una breve novela, encontraba que las chicas destacaban más que los chicos. Yo cuestionaba el número de las que llegarían a ser escritoras, aunque fuera en igualdad de capacidades literarias. En el fragmento de arriba encuentro una explicación plausible.
"[...] los valores de las mujeres son diferentes de los que ha implantado el otro sexo; es natural que sea así. No obstante, son los valores masculinos los que prevalecen, Hablando crudamente, el fútbol y el deporte son "importantes"; la adoración de la moda, la compra de vestidos, "triviales". Y estos valores son inevitablemente transferidos de la vida real a la literatura. Este libro es importante, el crítico da por descontado, porque trata de la guerra. Este otro es insignificante porque trata de los sentimientos de mujeres sentadas en un salón. Una escena que transcurre en un campo de batalla es más importante que una que transcurre en una tienda."
No me digan que aquí no pone el dedo en la llaga. Siglos y siglos de menosprecio nos han hecho creer que correr detrás de una pelota (o enemigo, si es el caso), es más importante que hacerlo detrás de un vestido o sentimiento que hemos descubierto. Y ya sabemos que las dos primeras premisas de ambas proposiciones son tan fútiles como importantes las dos últimas (en ambos géneros, en ambos casos).
Sigo leyendo... intentando encontrar el Santo Grial de la condición femenina, el punto en que los caminos que debían ser paralelos se bifurcaron, separándose dolorosamente.
Les comunicaré las explicaciones y hallazgos... si los encuentro... si los hay...