viernes, 22 de enero de 2016

Tebeos,... ¿armas de destrucción masiva?

Tebeos de hadas, eso es lo que leí en el intermedio entre la cartilla de párvulos y los libros. Me lo recordó casualmente mi amigo Joselu, porque yo, parece que sin querer, lo había olvidado. 
Como la magdalena de Proust, este comentario de Joselu me llevó a un baúl de mi infancia que tenía lleno de estos tebeos. Los había de hadas, preferentemente, pero también de El guerrero del antifaz, El capitán Trueno (entonces se intercambiaban, no estaba la cosa para comprar, y tenía amigos varones). Después llegaron Pulgarcito y sobre todo Mortadelo y Filemón.


Pero a mí los que me perjudicaron fueron los de hadas. Hasta el punto de que aún hoy busco su esencia en productos como Pretty Woman o 50 Sombras de Grey.
Inconscientemente (porque si lo analizo, me hago el harakiri), busco ese concepto de media naranja, de protección de la mujer desvalida, de la justicia universal que premia a los buenos y castiga a los malos (¿esto es de la Biblia?)...
¡La de trabajo que hemos debido hacer las mujeres de nuestra generación...! Luchar contra toda esa corriente de postguerra solo se podía conseguir si leías (otras cosas, claro), si estudiabas, si acudías a otras fuentes e ideas.
Yo soy hija única y tenía unos padres entregados, como explico aquí. Leí, fui a la universidad, coqueteé con el feminismo a través de una amiga que me prestaba publicaciones al respecto. También tuve que hacer el Servicio Social de la Sección Femenina al terminar la carrera. Por aquel entonces no te daban el título si no lo hacías. Y tampoco si no padecías un campamento de un mes en la cárcel de Alicante, reconvertida en residencia de señoritas o algo así, donde murió José Antonio Primo de Rivera, fundador de La Falange. El primer día nos enseñaron los agujeros de las balas en la pared, como quien hace una visita cultural.
Cómo he sobrevivido a eso con mediana cordura es algo que me pregunto a menudo. ¡Pero bueno, en este choque de culturas, de intereses, de ideas contrapuestas, formé mi ideología actual! ¡Todo sirve, todo suma...!

... todo lo que nos lleve a no convertirnos en esta Autómata_1927. Edward Hopper

Que en ello tuvieron que ver los tebeos, parece incontestable. Así que esto podría darles la razón a quienes dicen que no importa lo que los niños/jóvenes lean, que lo importante es que lo hagan. 
No estoy de acuerdo, no se puede dejar en sus manos cualquier cosa. La mayoría no irá a la universidad para contrastar. La mayoría no tendrá un mediador que les abra los ojos. 
Tomemos como ejemplo: El niño con el pijama de rayas. No hay literatura ahí, supongo que no me discutirán eso, pero se pueden usar algunos extractos del libro para introducirlos en el tema del Holocausto de manera suave, antes de llegar, por ejemplo, a El diario de Anna Frank. Pónganles la película (la del pijama), es algo mejor que el libro. Actúen de intermediadores para conseguir un bien mayor.
Eso fueron los tebeos para mí, intermediadores, aunque ahora desprecie a Sissi emperatriz, personaje al que adoraba y que me hizo creer en la existencia de los príncipes azules, siendo para mí la precursora de la vil frase: "Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer", lo que reduce a la mujer, como dice Galeano, a la triste condición de respaldo de silla.

Otra cosa es, por supuesto, el mundo actual del cómic, donde podemos encontrar verdaderas obras de arte. Valgan como ejemplo estos dos: Arrugas y Maus
O las intemporales tiras de Mafalda y las actuales de Liniers

Pero lo que hicieron con nosotras en los años 50 y 60 es de juzgado de guardia, y debería ser recompensado, cuando menos, con terapia de la buena: urgente, intensiva, sanadora, cicatrizante...

6 comentarios:

Unknown dijo...

Conchita, me encanta leer tus publicaciones. Siempre me aportan algo nuevo, además de lo que aprendo. Un abrazo.

Joselu dijo...

Yo no leí tebeos de hadas ni me interesó nunca Sissí emperatriz. Supongo que en eso hay una educación de género en aquel tiempo. Sin embargo, me encantaban los recortables que tú recordarás que servían para poner vestidos a unas niñas con unas pestañitas. Tenía que esconderlo porque si lo veían en casa... Aprendía a leer a los cuatro años. A los seis hice la primera comunión con todo el catecismo aprendido de memoria. Es algo que ahora me sorprende, pero así eran aquellos tiempos tan singulares. Los recuerdo con mucho frío y a la vez muy libres. Yo iba solo por la calle durante muchas horas a los cuatro y cinco años. Me pasaba la vida en la calle que fue mi primera universidad. Descubrí los tebeos y ya no pude desprenderme de ellos. Los devoraba. No tenía ninguna habilidad para el fútbol. Así que me dediqué a leer. Me ponía con las chicas en clase. Estábamos divididos los dos grupos. Chicas a un lado y chicos a otro. Me castigaban por preferir a las chicas. Luego fui a un colegio de curas horrorosamente masculino. No sabía nada de chicas. Hasta los dieciséis años que fui a un club juvenil y allí había chicas. Entretanto, los libros. Verne, Salgarí, novelas del oeste, Richmal Crompton (y sus anarquistas aventuras de Guillermo), por supuesto Enyd Blyton (yo me leía los libros para chicas, los de Torres de Mallory). También revistas de coches, Capitán Trueno, Jabato... Nadie me orientó nunca qué leer. Creo que me hubiera gustado tener un mentor que me hubiera enseñado algo más. Tuve que descubrirlo yo. Entonces en los colegios no se leían textos ni libros. También tuve que ir a algún acto en honor del ausente. Totalmente ocultado. Luego he aprendido a saber que fue también una víctima de la guerra civil y que fue asesinado como su amigo García Lorca. Ambos eran anómalos.

Creo que nuestro tiempo fue malo. Sórdido. Me hubiera gustado crecer más en una liberal Francia. Pero no dejó de tener su interés. Para un niño cualquier tiempo es interesante. Peor fue la generación de los años cuarenta.

No reniego de aquel tiempo. Ni de aquellas circunstancias.

RobertoC dijo...

Ciertamente, Conchita, va logrando que a uno le vengan recuerdos de infancia y adolescencia. Aunque no hubo "ni juventud dorada, ni segunda inocencia" jugando con versos más que conocidos. Mi llegada a la primaria fue un cambio radical, en Argentina ya había dictadura en esos momentos, y mi familia pagó consecuencias por "pensar", así que a los 8 pues como todos y cada uno en casa hubo que salir a buscar el pan, lo mío fue "lustrabotas" y vender periódicos. Y esto lo hacía justo frente a la estación de trenes, en la plaza. Y en la otra cuadra pues, estaba "El Trencito", lugar de intercambios de lo que por allí se llamaban, Cómics o Historietas, cada dos viejas, una a elegir. De todo había allí, Supermán, Linterna Verde, Flash, Batman, y también revistas argentinas, Piantadino, Patoruzú, Isidoro, y revistas con historias variadas, divididas en para hombres, como Nippur, o para mujeres, como Intervalo con historietas románticas. Innumerables personajes en una época de oro de la historieta argentina, con dibujantes excepcionales. Claro que también había allí una sección para el colegio, y cuando el dinero escasea era bueno cambiar cinco revistas por un libro. Me resultaban distractivos, pero, no hubo mucha infancia, ni adolescencia, trabajando de muy chico y no pudiendo evitar lo heredado en una país con fuerte politización, anduve esos temas de muy jovencito, y también me llevó a un primer exilio. Guardo sí en la mente que las monedas que mo sobraban eran para El Trencito, según se podía una historieta o un libro, y mi tremendo deseo de aprender, algo me decía que era el camino, que solo la educación era el camino, y lo que fuera que pudiera aprender estaría sumando. Dejo constancia que muchas revistas de la entonces editorial Columba exigían que las aventuras contadas fueran basadas en cuestiones reales, de historia, geografía o ciencias, fantasía sí, pero con aprendizaje popular. Vaya que me hace recordar cosas, y pensar muchas más. Gracias mi estimada.

Blogmaníacos dijo...

Gracias, Mari Carmen, siento que sobrevaloras lo que por aquí dejo, pero agradezco mucho tus constantes visitas y comentarios. La humildad desde lo que haces es algo de lo que deberían aprender muchos/as, pero... ¡yo tengo la suerte de disfrutarlo!!!
Un abrazo, amiga.

Blogmaníacos dijo...

¡Pues ya veo que usted también tuvo que superar lo suyo, Joselu!!!
Lo de los recortables me ha sorprendido, comprendo que lo quisiera ocultar, si le hubieran dejado cancha libre, lo mismo hubiera sido ahora un diseñador famoso, jeje. Pero en aquella época era políticamente incorrecto a morir!! De todas formas, veo su lado femenino en muchas de sus lecturas, ¡es posible que ni hoy en día muchos reconocieran lo que usted reconoce aquí tan abiertamente, le aplaudo por ello!
Yo siempre fui a la escuela pública, nada de monjas y curas, pero sí me reconozco en los clubes juveniles (católicos, claro) de la época, ¿dónde íbamos a ir si no?
Yo tampoco reniego de la época, pero no puedo dejar de preguntarme cómo nos habría ido si las circunstancias hubieran sido otras.

Gracias por compartir infancia conmigo y por ser el motivo de este post.

Blogmaníacos dijo...

¡Querido amigo Roberto! Veo que además de lo que expuse en el comentario del post anterior, también compartimos años de infancia con dictaduras en nuestros países, ¡lástima, aunque sea para el caso que nos ocupa, que no es otro que compartir emociones de la infancia y adolescencia!
Me identifico en lo de que los libros eran la única forma de salir del estatus que se nos había asignado, creo que eso aún sigue siendo válido, pero en el caso de que esta idea esté trasnochada, siempre servirán para hacernos pensar por nuestra cuenta, para saber que no estamos solos, para identificarnos pues con las miserias y alegrías humanas, ¡que no es poco saldo a nuestro favor!

Queda pendiente la visión feminista de mi historia, cómo las mujeres de mi generación quedamos marcadas por semejantes códigos.
Habrán observado que no he insertado imágenes de aquellos míticos tebeos de hadas; no puedo, no quiero que figuren en mi blog. Lo que me hace pensar que aún no he superado el tema.

Gracias por su compañía, Roberto. Un abrazo enorme desde "la otra orilla"