Saben que ando buscando las claves de la supervivencia de los escasos españoles que consiguieron salir del campo de Mauthausen, en Austria.
(De los 7.189 españoles que entraron en el campo, solo 2.374 vivieron el momento de la Liberación. La mayoría estaba fichada como enemigos de la dictadura franquista y no pudieron volver a España hasta que murió Franco en 1976).
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Monumento a los republicanos españoles |
Hoy quiero mostrarles las fotos que hice a los monumentos que los diferentes países erigieron en el campo a sus compatriotas prisioneros. En el libro Los años rojos de Mariano Constante se habla de todas esas nacionalidades, y se da una de las claves para sobrevivir, la que tantas veces escuché a mi tío: "Formar parte de la Resistencia del campo era fundamental, te daba razones para no dejarte morir en un rincón".
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Monumento a los judíos |
Parece que ellos, forjados en la Guerra Civil española, tenían la fuerza y la unión necesaria para salvaguardar sus ideales políticos y actuar en consecuencia. Su "Organización clandestina" fue la primera del campo y la que sirvió de modelo para todas las demás.
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Monumento de Bulgaria |
En palabras de Constante:
"Gracias a nuestra organización política, los hombres de nuestra compañía se mantenían unidos [...] Había que organizarnos para sabotear a los nazis tantas veces como fuera posible [...] me habían elegido para formar parte de la dirección de nuestra organización clandestina. [...]
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Monumento de Italia |
Reventábamos los sacos de legumbres al cargarlos en los vagones, echábamos gas-oil en las cajas de mantequilla, mojábamos con agua los sacos de harina [...] Cuando se trataba de material de guerra o maquinarias diversas, procurábamos dejarlas caer al suelo. [...]
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Monumento de Hungría |
Yo mismo llegué a pensar, alguna vez, si realmente eran "positivos" aquellos actos, y entonces encontraba la respuesta recordando una lectura de mi niñez: "... Por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo, por un caballo se perdió un general, por un general se perdió una batalla y por una batalla se perdió un reino." Sí, eran pequeñas acciones, pero perdiendo un tornillo, descarriló un tren... [...]
"Cada victoria aliada, cada golpe duro asestado a los hitlerianos, representaban un paso adelante en nuestra organización, y crecía la voluntad de luchar. A esto se añadió la progresión lenta pero segura, de nuestros hombres hacia los puestos importantes que podían dar pie a modificar el ambiente del campo [...]
Como secretario número 1, conseguimos colocar a un deportado político, miembro de la organización internacional que ya estaba en vías de formación. Otros puestos importantes de la cocina y en el almacén de los SS, también fueron ocupados por amigos nuestros[...]
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Monumento de Polonia |
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Monumento de Rusia |
Duro, muy duro había sido nuestro "aprendizaje", pero, si cada nacionalidad tenía en 1943 su organización clandestina, ello lo debían a los españoles que habíamos sido los primeros, y los tercos instigadores de todo aquel tinglado."
Al principio, la lucha fue ardua y las acciones se limitaban a aportar alguna ayuda a los más débiles y a mantener su moral. Después se fueron creando cadenas de solidaridad, dando cada uno una cucharada de su sopa y unos gramos de pan para que pudieran sobrevivir los más débiles. En 1943, cuando trasladaron a los SS más duros al frente del este, la organización española encontró más "huecos". Por aquel entonces ya eran expertos estrategas en la lucha por la supervivencia. Controlaban el almacén, la enfermería y la cocina. Sustraían medicinas y alimentos que luego distribuían entre los presos. El "aparato clandestino" se fue reforzando y coparon los puesto de "enchufe" (por algo eran los más veteranos del campo).
Mi tío, que trabajó en la cantera al principio, siempre decía que no hubiera sobrevivido si no lo hubieran enchufado en la cocina: hablaba de peladuras de patata, trozos de cuero, ratas, gatos,...
El caso es que siguiendo el ejemplo de los españoles, cada contingente de un país creó su propio comité de resistencia, hasta que al final se constituyó el Comité Internacional que tanto ayudó a gestionar los hechos acontecidos en los últimos tiempos, antes y después de la Liberación.
Siempre hubo, y Constante lo cuenta en su libro, prisioneros que no dieron la talla, pero en general, aunque solo fuera porque siguiéndola tenían un objetivo en la vida, practicaron la máxima de Kant: "Portarnos siempre como si la norma de nuestros actos hubiera de convertirse en ley general"