domingo, 19 de junio de 2016

Fin de "Una habitación propia"

Hoy he terminado de leer Una habitación propia de Virginia Wolf. En las últimas páginas he encontrado algunos párrafos que quiero conservar aquí, con subrayados o resaltados en negrita de las frases que más me han llamado la atención.
Virginia Woolf (1882-1941)

Sobre la realidad y el modo de vivirla: 
A él (al escritor) le corresponde encontrarla, recogerla y comunicárnosla al resto de la Humanidad. Esto es, en todo caso, lo que infiero al leer El rey Lear, Emma o En busca del tiempo perdido. Porque la lectura de estos libros parece, curiosamente, operar nuestros sentidos de cataratas; después de leerlos vemos con más intensidad; el mundo parece haberse despojado del velo que lo cubría y haber cobrado vida más intensa. [...] De modo que cuando os pido que ganéis dinero y tengáis una habitación propia, os pido que viváis en presencia de la realidad, que llevéis una vida, al parecer, estimulante, os sea o no os sea posible comunicarla.

Sobre la mujer como máquina de reproducción:
Mr. John Langdon Davies advierte a las mujeres que "cuando los niños dejen por completo de ser deseables, las mujeres dejarán del todo de ser necesarias". Espero que toméis buena nota.

Sobre las milenarias excusas...
Nunca habéis sacudido un imperio ni conducido un ejército a la batalla. Las obras de Shakespeare no las habéis escrito vosotras ni nunca habéis iniciado una raza de salvajes a las bendiciones de la civilización. ¿Qué excusa tenéis? Lo arregláis todo señalando las calles, las plazas y los bosques del globo donde pululan habitantes negros, blancos o de color café, todos muy ocupados en traficar, negociar y amar, y diciendo que habéis tenido otro trabajo que hacer. Sin vosotras, decís, nadie hubiera navegado por estos mares y estas tierras fértiles serían un desierto. "Hemos traído al mundo, criado, lavado e instruido, quizás hasta los seis o siete años, a los mil seiscientos veintitrés millones de humanos que, según las estadísticas, existen actualmente y esto, aunque algunas de nosotras hayan contado con ayuda, toma tiempo".
Parte de los 1623 millones de humanos

Aunque reconoce que hay algo de verdad en todo ello, les recuerda a las mujeres de su auditorio que no es excusa para haber vivido vidas más plenas, porque ya, añade, pueden ir a la universidad, se ha autorizado a las mujeres casadas a ser dueñas de sus propios bienes y hace nueve largos años que se le concedió el voto, así que ahora sólo depende de nosotras, y esto, dice ella, es un trabajo que merece la pena.

Así que, sí, parece que es necesario que una mujer arengue a otras a emanciparse y dejar esa vida llena de "comodidades" en el ámbito doméstico, "el único al que parecen orientadas"; porque los hombres en general no ayudan mucho en la labor, pero son las mismas mujeres, a veces, las que ponemos verdaderos palos en las ruedas, como muy bien me recordó mi amigo Roberto en el post anterior.

Hermoso libro que les animo a leer, si no lo han hecho ya.

lunes, 13 de junio de 2016

De "habitaciones propias" y otras confusiones...

Ando leyendo estos días Una habitación propia de Virginia Wolf. Si cabe con más ahínco ahora,  para aislarme de las faenas y agobios que me produce haber cerrado la casa de invierno y abierto la de verano.
Wolf nombra mucho a Jane Austen en esta obra, y a mí me viene a la memoria la escena de la película Orgullo y prejuicio donde los criados abren la casa de verano, quitan las sábanas que protegen los muebles del polvo y acondicionan la propiedad en un abrir y cerrar de ojos.
Referencia de la imagen

Yo he hecho todo eso sin ayuda, con sábanas que luego había que lavar porque han acumulado ocho meses de polvo, y las he planchado y colocado en su sitio, al mismo tiempo que estudio oposiciones con mi hija, y... recordaba esa escena... 
¿Qué diferencia hay entre las mujeres de aquella época y yo? Que quizá ellas eran unas mantenidas sin habitación propia y sin las famosas 500 libras de renta al año, pero ¿saben ustedes lo que a mí me ha costado esa habitación con renta incluida? Se lo diré: muchos años de estudio, muchos años de trabajo después, y dos habitaciones propias, la de mi cacareada independencia económica y la trastienda que eso conlleva: haber trabajado dentro y fuera de la casa, en dos frentes distintos, en dos guerras que seguramente habré perdido, ¡después de lo estresante que ha sido intentar ser buena en las batallas...!
Así que entiendo muy bien a la Wolf, pero la ira y el dolor que ella no cree compatibles con la creación literaria, en mí no han desaparecido;por lo tanto, parece que también estoy excluida del olimpo de las literatas, ¡si es que llego tarde a todas partes!!!

Mientras  el alma se serena, les dejo con algunos párrafos extraídos del texto, en el que se analiza la historia de las mujeres y su relación con la literatura:

"La mayor gloria de una mujer es que no hablen de ella", Pericles, siglo V a. C. Parece que la publicidad en las mujeres es detestable. La anonimidad corre por sus venas."
Recuerden al respecto la diferencia entre "hombre público" y "mujer pública", ¡puritito siglo V a. C.!
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"La compositora se halla en la situación de la actriz en la época de Shakespeare. Nick Greene, pensé recordando la historia que había inventado sobre la hermana de Shakespeare, dijo que una mujer que actuaba le hacía pensar en un perro que bailaba. Johnson repitió esta frase doscientos años más tarde refiriéndose a las mujeres que predicaban." 
No es que yo tenga mayor interés en que las mujeres lleguen a ser curas o predicadoras, ya con los curas-hombres creo que hay más de la mitad de los que yo necesitaría, pero lo dejo ahí como testimonio de lo poco que se ha avanzado al respecto. 

"Debemos aceptar el hecho de que estas buenas novelas, [...] Emma, Cumbres borrascosas, [...] las escribieron mujeres sin más experiencia de la vida de la que podía entrar en la casa de un respetable sacerdote; que las escribieron además en la sala de estar común de esta respetable casa [...]. Una debía someterse a las convenciones sociales y "apartarse de lo que se suele llamar el mundo". Al mismo tiempo, en la otra punta de Europa, un joven vivía libremente con esta gitana o aquella gran dama, iba a la guerra, recogía sin obstáculos ni críticas toda esta experiencia variada de la vida humana que tan espléndidamente debía servirle más tarde, cuando se puso a escribir sus libros. Si Tolstoi hubiese vivido encerrado en The Priory con una dama casada, "apartado de lo que se suele llamar el mundo", por edificante que hubiera sido la lección moral, difícilmente, pensé, hubiera podido escribir Guerra y paz."
Es una buena explicación a la observación que yo le hacía el otro día a mi amigo Joselu, ahora Meeri. Decía él que en el trabajo de clase que había propuesto a su alumnado, escribir una breve novela, encontraba que las chicas destacaban más que los chicos. Yo cuestionaba el número de las que llegarían a ser escritoras, aunque fuera en igualdad de capacidades literarias. En el fragmento de arriba encuentro una explicación plausible.

"[...] los valores de las mujeres son diferentes de los que ha implantado el otro sexo; es natural que sea así. No obstante, son los valores masculinos los que prevalecen, Hablando crudamente, el fútbol y el deporte son "importantes"; la adoración de la moda, la compra de vestidos, "triviales". Y estos valores son inevitablemente transferidos de la vida real a la literatura. Este libro es importante, el crítico da por descontado, porque trata de la guerra. Este otro es insignificante porque trata de los sentimientos de mujeres sentadas en un salón. Una escena que transcurre en un campo de batalla es más importante que una que transcurre en una tienda."
No me digan que aquí no pone el dedo en la llaga. Siglos y siglos de menosprecio nos han hecho creer que correr detrás de una pelota (o enemigo, si es el caso), es más importante que hacerlo detrás de un vestido o sentimiento que hemos descubierto. Y ya sabemos que las dos primeras premisas de ambas proposiciones son tan fútiles como importantes las dos últimas (en ambos géneros, en ambos casos).

Referencia de la imagen
Sigo leyendo... intentando encontrar el Santo Grial de la condición femenina, el punto en que los caminos que debían ser paralelos se bifurcaron, separándose dolorosamente.
Les comunicaré las explicaciones y hallazgos... si los encuentro... si los hay...


  

lunes, 6 de junio de 2016

Tres días en Viena (y III)

Hoy les cuento el último de mis días en Viena. Nos levantamos temprano para buscar a Sissi, nuestra prioritario misión era ver su museo, que era lo primero que habíamos reservado desde casa.
Llámenme melancólica, romántica, infantil incluso, pero yo me crié a los pechos de los libros de Sissi, ¡poco más había en mi época! Y aunque ahora estoy leyendo a Virginia Wolf y otras para contrarrestar, en aquellos tiempos no me deformó Disney, sino Sissi emperatriz. Parece que a mi edad, una ya busca sus raíces para comprenderse, así que vamos a asumir lo que haya que asumir.
El Museo es más bonito de lo que yo creía, la ciudad ha echado el resto con la emperatriz; ella y Klimt son los iconos de Viena.
Dormitorio de la emperatriz en el Palacio Imperial de Hofburg, donde hoy se encuentra el Museo de Sissi.
La colección de libros que yo leía de pequeña.
Ya saben que ver la ciudad era algo tangencial en mi viaje, pero Viena me gustó más de lo que esperaba. Es una ciudad elegante, sobre todo, con edificios bellísimos y grandiosos. El Palacio Imperial donde vivía Sissi impresiona por la nobleza de la construcción y la elegancia del interior. Los coches de caballos que no cesan de pasar por el centro te retrotraen a épocas imperiales. No hay demasiados turistas, con lo que puedes ver todo sin agobios ni colas. No puedo dejar de nombrar la Biblioteca Nacional, imponente por fuera y por dentro. Que se adecúe un lugar de semejante belleza para albergar libros emociona a cualquier visitante, también era una de mis visitas prioritarias.
Preciosa la zona de La Ópera, con los Mozarts repartiendo publicidad de los actos que allí se celebraban. Muy cerca, La Catedral, con un tejado de decoración imposible...
... Y todo ello rodeado de la música, no olvidemos que allí nacieron los Strauss, Mozart, Schubert... ¡hasta Freud y María Antonieta son austríacos!

Hasta aquí la crónica del viaje. Les dejo mi último Photopeach con algunas de las fotos que hice ese día. He elegido para ellas, la versionadísima canción de Leonard Cohen Dance with me to the end of love. La descubrí en el tango que bailaba Al Pacino, ciego él, en la película Perfume de mujer  (aquí les dejo la escena, atención a cómo la sujeta por la espalda)y desde entonces es una de mis preferidas.
Gracias por la paciencia. He terminado de contarles sobre Viena: volvemos a los libros, siempre a ellos...
Tercer día en Viena on PhotoPeach